Cuando intentamos convencer a alguien para desarrollar una idea o una iniciativa, porque tenemos una necesidad o una visión acerca de algo (una nueva actividad, un cambio, comprar un objeto, una máquina, nueva tecnología…), la aprobación o el consentimiento de otras personas está condicionada a veces por la experiencia previa que ellos tienen sobre lo que planteamos, negativa o insatisfactoria, ya sea por el tema en sí o por la forma en que resolvimos alguna situación pasada y, en otras oportunidades, por la forma en la que decimos o proponemos las cosas.
por @Sergio_Montiel.

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Claves para la confianza
No hablamos acá de las críticas, no. No se trata de eso.
A veces, al expresar esa necesidad, dejamos traslucir nuestra propia inseguridad, aún cuando apliquemos un tono enfático y recubierto de “aparente” seguridad, porque nos ponemos nerviosos, porque dudamos en nuestro subconsciente de la verdadera utilidad de la propuesta que hacemos, exhibimos un entusiasmo injustificado, entre otras actitudes que asumimos.
Y allí radica buena parte del rechazo y la duda de las personas que eventualmente nos escuchan: en la forma en que nos expresamos, en lo que decimos y en cómo lo hacemos
¿Qué es necesario para convencer?
En primera instancia, se debe atender y contener a los clientes.
Para convencer es necesario establecer planteos razonables, racionales, y proyectar en los demás una confianza tal que no se necesite de su aprobación, sino que expresen su apoyo a nuestras propuestas. Eso implica que no juzguen si lo que proponemos es bueno o malo, apropiado o no, sino que se sumen positivamente a nuestro planteo.
¿Y cómo se hace eso, de manera recurrente?
Poniendo en claro nuestro objetivo, si está en línea con el propósito que nos mueve.
Después, identificando cada uno de los aspectos positivos (los beneficios) que esa «novedad» habrá de proveer, a nosotros y a los demás.
También deberemos establecer que “esfuerzos” (el «costo» relacionado, sea económico, dedicación, incertidumbre, …) que implica llevar adelante la iniciativa, porque no debe representar un riesgo no previsto o no advertido.
Y finalmente, lo más importante: ESCRIBIR (o formalizar) la propuesta y todo lo demás (los atributos y riesgos) que se indica más arriba .
Seguridad y confianza
Sé que resulta pesado y aburrido hacerlo, pero es la mejor manera para establecer el verdadero valor que provee esa iniciativa que deseamos llevar adelante, tanto para uno mismo como para los demás. Eso genera seguridad y confianza. Escribir todo nos permitirá, además, perfeccionar los argumentos positivos que habremos de exhibir a nuestro interlocutor, sin titubeos, sin dudas.
También seremos conscientes, nosotros y los demás, de qué podemos esperar y cuáles son los riesgos a asumir; lo cual hará que, en el caso de que las cosas no vayan tan bien, no existan sorpresas ni reproches que generen tensiones en las relaciones personales.
Tener claro qué se busca
Y lo más importante, la verdadera CLAVE, en todo esto:
No vamos a pedir autorización, ni tampoco permiso para hacer las cosas. Vamos a pedir apoyo.
En síntesis
Y con eso no ponemos a los demás en la posición de ser jueces o árbitros de la propuesta, sino que los convertiremos en parte de la iniciativa.
Esto aumenta la confianza actual y futura de las relaciones.
La sugerencia
Poné esto en práctica, ya sea en tu negocio, con socios, accionistas, inversores, o con tu pareja o cualquier otra persona a la cual quieras hacerle alguna propuesta. Seguramente deberás hacer ajustes para que se amolde a tu personalidad, a tu manera de hacer las cosas, pero hacelo. Con el paso del tiempo, y la práctica adquirida, lo aplicarás naturalmente.
¡No dejes de contarnos tu experiencia!
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